Llorar no basta

- ESTOY HARTO! - grité al entrar a mi recámara. - ¿Qué pasó? - me preguntaste al salir del clóset.

Te sentaste a mi lado, era extraño sentir tu fría piel otra vez. Hace unas semanas que te habías enclaustrado en ese rincón húmedo al que ni siquiera la luz del Sol toca. Había sido tu decisión y ahora estabas ahí, para reconfortarme.

- Estoy harto de Gritadera! - ¿Pero, cómo? Antes te gustaba... ¿no? - Sí, y me sigue gustando! Creo que me ayuda mucho poder expresarme en ese sitio. También sé que me gusta que me lean, pero ya hay mucha gente que lee mi blog. Ellos me hacen, indirectamente, "elegir" lo que publico. - No entiendo entonces... - Es que... a veces, me lastiman los comentarios que la gente hace.

Unas lágrimas derramaron por mis mejillas. Acercaste tu rostro tan cerca del mio que me sorprendió lo que hacías. Secaste el líquido que mojaba mi cara.

- Mira, mi amor! Debes saber que al momento de hacer público algo en tu sitio, eres blanco fácil para las críticas. La gente va opinar sobre lo que escribas, sobre la gente con la que te rodeas, sobre todo lo que te pasa. Pero al final, deberás darte cuenta que eres el actor principal de tu propia historia y la gente que lee esto es sólo un espectador más.

Después de eso, me dejaste en la habitación. Sabías que era el momento de soledad que necesitaba, era el momento para que pensara las cosas. Tus palabras zumbaron en mi mente hasta que caí dormido. Se me olvidó darte las gracias.

Gracias, Mitzo!