sábado, marzo 12, 2005

Abrí los ojos

Caminé regreso a casa. Había sido un día de escuela bastante ligero. Iba reflexionando sobre lo que pasó la noche anterior en la que me molesté con mi familia por ser como son. Recordaba lo que Cíclope me había comentado cuando le platiqué: "Respóndete Racho!, ¿cuántas veces te han preguntado cómo te sientes? ¿cuántas veces te han hecho tu comida favorita? ¿cuántas veces te han prestado el coche para que salgas por las noches y no andes sólo caminando? No me gusta ver que te discriminan! ¿alguna vez le reclamaste a tu mamá por las golpizas que te daba de niño?" Todo daba vueltas por mi cabeza, ni ese día que intentó quitarme las vendas de los ojos ni ayer mismo quise creer que lo que decía era cierto. Yo no puedo decir que mi familia no me quiere, no lo podría asegurar. En eso pensaba... esa tarde, camino a casa. Miré a mi alrededor. Gente, mucha gente. Jóvenes... delgados, atractivos, perfectos. Todos caminaban, circulaban por la ciudad hacia su punto de reunión. Los observé... me sentí enorme, grotescamente enorme. "Dejen de verme..." Pensaba. "Si él estuviera aquí, a mi lado... seguro sería diferente." Entonces, me di cuenta. Lo quería para utilizarlo, para que la gente me viera y yo pudiera decirles: "Mírenme, así como me ven he conseguido esto". Me sentí peor... Sólo quería llegar a casa. El frescor que el viento dejaba bajo mis ojos me hizo percatar que ya había llegado al llanto. Lloré... Me odié por ser quién soy. No soy lo que alguna vez soñé ser. Estoy lleno de odio, de enojo, de prejuicios, de problemas, de dolor. Estoy herido, lastimado... casi moribundo. Yo me he ido matando poco a poco. Aunque mi cuerpo se adelgace, las marcas que se han creado por mi obesidad de años seguirán ahí, recordándome lo que fui. Derramé el líquido salado que llamamos lágrimas por eso. Sentía volar... cuando vibró mi celular emitiendo el sonido característico de mensaje. Era Cíclope.
- ¿A qué hora entrarás al Msn? - No entraré hoy... - Ah, qué chido! - Sí... No sé qué me pasa. Espero poder entrar mañana. Cuídate y descansa. - Qué raro! A ti nunca te pasa nada. A ver cuándo estás mejor! - Pues perdóname por ser tan complicado! - Ajá, siempre tengo que acoplarme a tus estados de ánimo y a tus "confusiones". Ay te ves! - El problema es que aún no entiendes que no porque digas "rana", yo saltaré! Y si tanto te molesta, es simple... Ya no me busques!
Lo que menos necesitaba de él, en ese momento, eran sus reclamos. Así que, después de 15 minutos, se lo dije. Sólo me contestó: "Nunca más te vuelvo a molestar ni a hablar! Qué te vaya chido." Le dí las gracias. Él tomó su decisión y yo, ya no estoy para jueguitos. No ese día, no hoy, no mañana. Entonces, de la depresión pasé al enojo. Me enojé con la situación, con su decisión, con la vida. Enfurecí conmigo mismo. Arañé mis brazos, golpee mis piernas... Y como si ya no sintiera nada, pasó todo. Hoy no tengo emociones encontradas, ni deseo verlo. Sólo deseo irme de aquí. Este mundo que yo creía perfecto, dejó de serlo.

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