El que no respeta el sueño

Pasaban de las 2 de la madrugada. Estaba plácidamente recostado en mi cama, con una colcha de algodón que mi madre compró en uno de sus viajes a Tonalá. Me cubría parte del cuerpo mientras el viento fresco de la noche, impulsado por el ventilador, acariciaba la piel descubierta. Un sonido me despertó. Mi celular, por algo lo dejé prendido. No es algo que acostumbre hacer, pero ese día así fue. La leyenda en la pantalla decía: Chucho is calling. Después de reaccionar, contesté. Intenté articular palabra, pero me fue imposible por unos momentos. Lo logré. "Bueno, bueno... ¿Chucho? Bueeeno...!" dije. Nadie respondía del otro lado, ni siquiera se escuchaba ruido alguno. Colgué. Al poco tiempo volvió a sonar. Estaba un poco molesto por la hora que era. Yo deseaba dormir. Y al no haber sido respondido la primera vez, creí que el muchacho estaba jugando. Enmudecí el teléfono; sin embargo, volvió a sonar. Esta vez contesté. Era la operadora, me habían dejado un mensaje de voz. Marqué el número del buzón.

[btrrriirrirfgrgir (el sonido es constante)] Rachoooo, rachoooo [risa estúpida]... rachito, ¿qué pasó bombón, ¿no me contestas? bueno, no me importa, ¿sí?... [risa estúpida] adiós [risa estúpida]

Ay, muchachos. Sólo les daré un consejo, cuando ande borrachos y quieran llamarle a sus amigos, novias, parejas, o lo que sea. No lo hagan, no es tan placentero escucharlos decir tonterías. Y menos, si lo hacen a deshoras.