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Navidad, 1983. La magía de las fiestas celebradas a fin de año es muy común en todo el mundo. Lo que al inicio comenzó como un festejo por el natalicio de uno de los creadores de la religión más popular en el mundo, se convirtió en un hit de la mercadotecnia. Ahora, la mayoría festeja el 24 de diciembre. En Colima, en una vivienda de clase media, también festejaban. Una pareja con su pequeña pasaban un rato ameno entre familiares y amigos. No pensaban siquiera que a los dos días, en el aniversario de boda, una nueva criatura se engendraría. Nueve meses después, siendo un miércoles la mamá comenzó a sentir contracciones. Era de noche. Sabía que muy pronto la pequeña criatura que se gestó en su vientre llegaría al mundo. En la madrugada, se trasladaron al Hospital del IMSS sobre Av. San Fernando en Colima. Había mucha gente, el edificio estaba en remodelación; el servicio era pésimo. Pero era lo más cercano que tenían, el bebé no daba para hacer un viaje largo. Teresa había planeado ser anestesiada.

- ¿Necesitará anestesia? - pregunta una enfermera al médico. - No, la dilatación es adecuada.

Como va! Sería parto natural. Pasaron los minutos, quizás horas. Teresa terminó agotada, pero sintió mucha satisfacción al escuchar llorar a la criatura.

- ¡Es niño! - le dijo la enfermera.

Su segundo hijo es un niño al que llamarían Gustavo, en honor a su padre. Entre puras niñas, a las 10:45 de la mañana de un jueves 15 de septiembre de 1983, Gustavo llegó a este mundo. Ya han pasado 22 años. [¡Y los que faltan!]

¡Felicidades, Tavo!