2 horas de ocio

Viendo, observando, analizando. Las horas pasan, la gente se va. Un grupo de cuatro personas, formado por tres varones y una mujer, caminan hacia el vehículo que los sacará del aburrido ambiente escolar. Unos llegan, riendo. Gozan la compañía que les brindan sus compañeros de clases.

Desde la planta alta del edificio de Arquitectura, con el Sol bañándome el rostro, sintiendo de vez en cuando la frescura del viento, escucho la conversación telefónica de un maestro. No me interesa ni su enfermedad, ni con quién está hablando. Lo único que me importa es distraerme. Termina su charla; me ve. Mira lo que escribo y se retira. Es curioso ver que uno puede hacerla de psicólogo e imaginar lo que pasa por la mente de las personas. Una pareja camina agarrados de la mano hacia la cafetería del plantel. Ella, mirando hacia la izquierda, a un foco visual que no logro encontrar; él, saludando al que pasa. ¿Se habrán enojado? ¿Serán felices? ¿Cayeron ya en la costumbre? Al mismo tiempo, fuera de la cafetería, otro par se encuentra. Se abrazan. ¿Abrazo de amigos? ¿Abrazo de novios? ¿Abrazo de cumpleaños? No importa. Él la toma entre sus brazos, la eleva girando sobre sí mismo. Le da un beso y ella, entre risas, le murmura algo. Figura alejarse, él estira su brazo para acariciarle la mejilla. Termina su acción, entra contento al edificio, brincando con el afán de alcanzar el faldón que protege el acceso de la lluvia u rayos solares. Ella introduce una goma de mascar sabor fresa mientras camina, posiblemente, a alguna clase. Giro mi cabeza, en el panorama: un chavo de playera azul marino con un diseño con tono plateado. Camina con cierto ritmo que jamás había visto en alguien. Dirige su mirada hacia mi, quizá "sintió" que lo observaba, descaradamente esboza una sonrisa moviendo su cabeza en muestra de desapruebo. Y así, en grupos, pares o solos, camina la gente viviendo su vida. Pasa de prisa en mi horizonte dejando ver que el tiempo corre para nunca volver...