martes, enero 10, 2006

Mojarse es delicioso

Mi abuela cocinaba una receta especial. Sería para un evento importante, como una boda o algún bautizo. El olor impregnó rápido toda la casa llegando hasta la récamara en la que me encontraba durmiendo. Desperté y me dirigí a la cocina.
- ¿Te ayudo en algo, abue? - me ofrecí. - Ayúdame a llevar la cazuela al corral - fue su respuesta.
De alguna manera, ella había conseguido que el uraño del vecino, aquel que nunca nos devolvió las pelotas que desafortunadamente volaban a su patio cuando era niño, le horneara el guiso. Dos amigos míos cruzaron el muro divisorio y depositaron la cazuela dentro del horno. Uno de ellos, alto y pelirrojo, quedó prendado de una malla metálica a la hora de volver a atravezar el muro. Le ayudé a zafarse.
- Ten más cuidado, casi echas a perder esa playera. - No te preocupes! El máldito de Leo trajó una super película y seguro ya la ha de haber empezado a ver.
Corrió por el patio. No había comprendido su comentario, pero antes de que desapareciera de mi vista le pedí que esperara. Sin embargo, no me escuchó. "Te la mamo, si quieres..." susurré al viento. Caminé hacia la casa y justo antes de entrar, decidí mirar dentro de la habitación a la que el pelirrojo había accesado. La curiosidad por saber si hubiera aceptado mi propuesta me llevó a ser observante de un grupo de jóvenes masturbándose frente a un televisor en donde corría la imagen erótica de mujeres desnudas. Manipulé unos segundos y exploté. Qué necesidad!