Escribir. Pensar; Hablar. Convivir. Sufrir. Estimular. Dormir, comer, sentir... percibir. Todo son verbos, todo son acciones que se hacen sin pensar. No las planeamos, pero son las que nos indican que aún vivimos.
En todo este tiempo de ausencia, mucho aconteció en mi vida. Primeramente, las cosas con la escuela se arreglaron. Hablé con el Subdirector Académico de la Institución con el fin de que se me permitiera hacer un examen especial de tipo B, osea una cuarta oportunidad de cursar la misma materia. El 15 de septiembre llegué a los 23 años. El tiempo pasa muy rápido. No fue el mejor de mis cumpleaños, todavía no hay fecha que desplace aquel 15 de septiembre en el cual cumplí 11 años, aquella fecha en la que recibí el regalo más esperado.
Quizá, en este aniversario de vida que pasó puedo decir que recibí un buen regalo: un ángel que cuidará de mis pasos, los de mi madre, los de mis hermanos, los de mis tíos, los de toda la familia. Mi abuelo murió un domingo de septiembre, en una habitación sencilla de la Clínica Unión. Lo rodeaban todas aquellas personas que lo amaban con el mismo fervor que él les profesaba. Dicen que justo antes de morir, abrió tanto los ojos como intentando capturar aquella imagen; y un par de lágrimas recorrieron sus mejillas. Yo no alcancé a verlo; el día anterior después de pasar la mañana con él prometí ir a visitarlo más tarde, pero no lo hice. Todavía se le extraña. No me siento mal por no haber ido a despedirlo, estoy conforme por haber estado con él en esos días.
Rossy, la amiga de mi mamá, nos contó que mi abuelo fue recibido por Nuestra Madre. Le pidió permiso para quedarse a cuidar a su familia, a la gran familia que formó y a la que tantó amó. Y así le fue concedido su deseo.
lunes, septiembre 25, 2006
martes, junio 27, 2006
martes, junio 06, 2006
lunes, junio 05, 2006
¿Volvemos?
Magestuosas se veían las torres de la planta de energía que abastecía el lugar y a la cuál estábamos visitando como asignación por parte de uno de nuestros profesores de la Universidad. Con cada una de las salas que recorríamos dentro del sitio, mi aburrimiento se incrementaba. Deseaba que algo interesante ocurriera. Así que, junto con Noemi, me aparte del grupo.
Anduvimos por áreas designadas sólo para empleados. Corrimos por largos pasillos, bajamos un sin fin de escaleras. Nada nos detenía. Y justo al momento de querer retornar, nos percatamos que ya estábamos perdidos. No sabíamos dónde nos ubicabamos y mucho menos sabíamos qué camino seguir.
Descendimos por unas angostas e infuncionales escaleras de caracol, llegamos a una sala acondicionada con aire fresco. Dos sillones con unas lámparas extrañas estaban en el interior. A un costado, una puerta de cristal por la cuál se veía el exterior. Ésa era nuestra salida, pero la puerta no se abría. Atinadamente nos sentamos en los sillones ocasionando una especie de teletrasportación al exterior, donde ya se encontraba el grupo y nos estaban esperando.
Después del regaño por parte de nuestro profesor, me quedé un rato observando el atardecer enmarcado por un horizonte lleno de altos relieves. Fue en ese momento cuando te acercaste a mi. Te detuviste a mis espaldas. Sentía esa calidez de tu presencia y ansiaba que me dieras un abrazo. Pero ambos sabíamos que no podía ser, nuestra relación ya habia terminado. Te acercaste más a mi, haciendome sentir tu cuerpo. Y justo al sentir el primer roce de tu mano con la mía, la quité.
- Entiendo, es díficil confiar nuevamente una vez que las cosas no funcionaron. - ¡Así es!Ya no habría una segunda parte...
martes, mayo 30, 2006
El argüende de la semana
Bonito se veía Leoncio Morán Sánchez, alcande del municipio de Colima, golpeando a agentes judiciales bajo los pies de la escultura de José Luis Cuevas. Todo debido a una falta por parte del panista al intentar trasladar esa pieza de arte a otro sitio por motivos de seguridad vial. Pero afrontémoslo, la solución no es eliminar la glorieta en donde descansa la llamada "Figura Obscena". La mala educación vial por parte de los colimenses es la que ha ocasionado cientos de los accidentes que han sido adjudicados a la dichosa glorieta.
¿Hasta cuándo se dará cuenta la gente que si hay accidentes es debido a la imprudencia de los conductores y no por que el asfalto esté húmedo o porque haya una glorieta en el trayecto? Que cada quién tome responsabilidad y dejen de destruir el patriomonio cultural y urbano de nuestra ciudad. La escultura ofende a algunas personas, pero de igual manera el Ángel de la Independencia ofendía a cientos de ciudadanos del Distrito Federal durante los primeros años en que fue expuesto. Creo que es sólo cuestión de acostumbrarse...
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